Reseña

El 26 de junio de 2002, agentes de la policía bonaerense asesinaron en Avellaneda a Darío Santillán y a Maximiliano Kosteki, integrantes de movimientos de desocupados que habían intentado cortar el Puente Pueyrredón en demanda de trabajo. Maxi participaba por primera vez en una acción de esas características, mientras que Darío, a sus veintiún años, ya llevaba dos años y medio de militancia junto con los desocupados del barrio Don Orione, en Claypole, donde creció y, más tarde, en La Fe, un barrio humilde del partido de Lanús.
Además de un homenaje y un esfuerzo colectivo del que participaron sus familiares, compañeros y amigos, Darío Santillán. El militante que puso el cuerpo es una biografía que narra una vida tan breve como intensa, signada por la pasión y el coraje. Pero este libro es también la historia de toda una generación. Porque evocar la lucha de Darío es contar a la vez la de sus compañeros de ruta, otros pibes y pibas del conurbano, como él, y sus esfuerzos por trascender las limitaciones y el porvenir acotado que les imponía la crisis de principio de siglo.
Con sus aciertos y errores, sus éxitos y fracasos, su ímpetu juvenil y su madurez precoz, su idolatría por el Che y su respeto por Evita, Darío Santillán representó -y representa aún- lo mejor de una juventud militante que le puso el cuerpo a la necesidad y a las balas.

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