Reseña

No es normal tener un hijo prócer. No pasa todos los días. Pero en 1770 le pasó a María Josefa: parió a Belgrano. Y ocho años después a Gregoria: fue a parir a su quinto bebé y le nació San Martín. Juana dio a luz a Facundo Quiroga. Y qué decir de Lamadrid era un sanguinario, pero los soldados lo adoraban; Andrea lo parió el 1795. No sabemos qué pensó Mercedes gestando a su quinto hijo, Lavalle. Y la mandona Agustina, la Tiburcia, que tuvo una hija y dos hijos, y concibió el proyecto de casar a uno de ellos, el Gral. Paz, con la hija de su hija. Y se casaron, y le dieron nietos que eran sus bisnietos. No todas, sin embargo, pudieron ver a los hijos en el esplendor de su proceridad. De la madre de Dorrego, María de la Ascensión, es poco lo que se sabe; murió a los 49 años, cuando él tenía 16. Josefa Rosa fue la mamá de Alberdi. En 1788 morirá Josepha, dejando cinco criaturas a cargo de un hombre feroz: Benito, su marido. El se casará de nuevo ese mismo año e impedirá a sus hijas recibir la herencia de su madre muerta. Era el papá de Rivadavia. De los quince hijos que tuvo Paula sobrevivieron seis, entre ellos Sarmiento y sus cuatro hermanas.

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