Reseña

"Tengo a menudo la sensación de vivir en una sociedad de niños inflados", expresa el autor al describir la que define como una sociedad que no quiere crecer. Es la nuestra, aquí y ahora. En ella los adultos se resisten a asumir sus funciones y a actuar como tales en sus relaciones personales, en los vínculos afectivos, en el ejercicio de sus responsabilidades profesionales, políticas, paternas, maternas, sociales. Se comportan como adolescentes, confunden deseos con derechos, se desentienden del otro, usan un lenguaje cada día mas pobre, invierten tiempo, dinero y expectativas en el inútil intento de detener el tiempo en sus vidas (cirugías, modas absurdas, psicofármacos, hábitos evasivos, consumo desenfrenado, egoísmo, superficialidad en las relaciones). Hay una idolatría de lo joven solo por ser joven. El marketing del juvenismo ofrece falsas esperanzas de que puedan evitarse los ciclos de la vida y, en definitiva, escapar de la temporalidad y de la muerte. Esto no es gratis. Profundizando las ideas sembradas en La sociedad de los hijos huérfanos y en Conectados al vacío, sus dos obras anteriores, Sergio Sinay explora sin miramientos las consecuencias que el déficit de una adultez armónica, Integra, asumida, que se acepta y se celebra a si misma, produce en nuestros vínculos, en nuestra convivencia, en nuestros proyectos existenciales y en nuestro futuro como sociedad. No son advertencias vanas: ya estamos padeciendo esos efectos, cada uno en su propia vida de cada día.

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