Reseña

En la Semana Santa de 1996, en el penal de Sierra Chica, ocurrió el motín que más se recuerda en la historia carcelaria argentina. Los rebeldes tomaron diecisiete rehenes, incluida una jueza, mataron a ocho presos (a siete los incineraron) y mantuvieron en tensión al país durante ocho días. Cuando se nombra a Sierra Chica, la memoria remite a los Doce Apóstoles y a las empanadas de carne humana que le hicieron comer a los rehenes. Como si fuera una macabra comunión, ofrendaron el cuerpo y la sangre de uno de los presos a cuatro carceleros. Los protagonistas hicieron voto de silencio, por eso no se defendieron en el juicio. Once años después, el autor del libro viajó a la prisión de Sierra Chica con uno de los Apóstoles que está en libertad a revivir la historia.

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