Reseña

El ambiente fresco de los alrededores del lago de Sils en los Alpes suizos: en este paraje tenían lugar los encuentros anuales de la familia Frank, que estaba repartida por toda Europa. El tatarabuelo de Ana Frank aún vivió de joven en una humilde callejuela de Frankfurt, hacinado junto a otras familias judías. Pero tan solo una generación después, un antepasado de Ana Frank se convertía ya en el primer profesor universitario judío de Alemania. La abuela de Ana, Alice, fue esposa de un banquero; ella se encargó de que su casa de Frankfurt fuese un punto de encuentro cosmopolita donde las puertas estaban siempre abiertas. Y así fue hasta que la familia se dispersó por Londres, Basilea y Amsterdam. Esta última ciudad sería el destino final de la estirpe. El último pariente vivo de Ana Frank, su primo Buddy Elias, despuntó allí en el patinaje artístico y también como actor. Como por obra de un milagro, millares de cartas, documentos y fotos de la familia han sobrevivido al tiempo y las desgracias del siglo XX en el desván de la casa familiar en Basilea, en la Herbstgasse. En efecto, su reciente descubrimiento fue una noticia de primer orden histórico, cultural y literario. Mirjam Pressler ha ejercido de narradora prodigiosa para reconstruir la historia de la familia de Ana Frank, una familia alemana de origen judío tan singular como ejemplar, y el resultado es un libro inolvidable que puede leerse como una gran saga familiar.

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