Reseña

«Ella va. Toda es oídos; / sobre salvajes dormidos / va pasando; escucha, mira, / se para, apenas respira, / y vuelve de nuevo a andar. / Ella marcha, y sus miradas / vagan en torno azoradas, / cual si creyesen ilusas / en las tinieblas confusas / mil espectros divisar.»
La cautiva   La cautiva y El matadero ocupan un lugar fundacional en la literatura argentina. Escritos por Esteban Echeverría a fines de la década de 1830, en ellos se diseña, respectivamente, el espacio del desierto inabarcable y el de la violencia política, dos motivos que recorren la poesía y la narrativa de todo el siglo XIX. La cautiva utiliza los recursos del Romanticismo para idealizar la civilización, corporizada en la protagonista, y demonizar al indio, haciendo de la frontera la cifra del encuentro con el Otro. En cambio, el lenguaje crudo de El matadero -publicado de manera póstuma y considerado con el tiempo el primer cuento argentino- pone en escena el enfrentamiento social y, con su crítica al rosismo, inaugura el uso político de la ficción.   «Para Esteban Echeverría [...] la cultura popular adquiere ese doble signo: recelo ideológico y seducción estética. No obstante, en El matadero esta cuestión asume una inflexión particular; porque la cultura popular se despliega en él bajo su forma más crispada e intensa: la de la violencia.»
Del prólogo de Martín Kohan

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