Reseña

Juro por los dioses del rock que la propuesta fue de ella y que no necesitó palabras para transmitirla. Fue sólo una mirada en el más absoluto silencio…  es el momento, una mirada que se hace palabras, cuando nuestra memoria aparece.  Es el fragmento, silencioso y absoluto, el que nos reclama a gritos la llave para entrar en nuestra cabeza. Y eso, sin embargo, Ludueña, parece saberlo…
La mitad que no recuerdo es un viaje hacia ese lugar que vuelve en forma silenciosa, como serpiente.
Es un desplazamiento por un territorio desalmado y oculto del yo en donde los textos hachan (y derriban) el tronco de lo inconsciente para retornar en forma de fantasmas o fantasías. 
Es una fracción del animal que rechazamos (u olvidamos, no sé), una parte de la bestia hastiada de mentiras que lacera nuestra memoria. Ambientados en una ciudad curtida (que es Buenos Aires pero también Salta, Antofagasta o Kuala Lumpur), la colección que integra este volumen es como un disco punk: cuentos que no dan respiro y ametrallan con pura energía luego del primer uan, chu, tri, for!. Son un paseo rápido y directo al grano de la cuestión, verdades recordadas que incomodan pero que, en definitiva, vuelven una y otra vez, en cada momento, cuando leemos estas páginas. Continuador temático y estilístico De todo lo que vi recuerdo la mitad (2012), La mitad que no recuerdo encastra a la perfección con el recupero del pasado de uno de los narradores latinoamericanos más interesantes del presente.

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