Reseña

No es fácil sentarse a escribir. Yo lo he intentado la mitad de mi vida. Comencé a escribir a los trece años en una vieja máquina de mi abuelo pero todo eso terminó en el tacho de basura. Igual lo que vino después: manuscritos con pluma en un cuaderno viejo, maravillosos al momento de ponerlos en papel pero que con la sobriedad del amanecer me parecían ridículos. Igual pasó con mis primeros escritos en ordenador: directo a la papelera. Lo primero que escribí y publiqué fue la letra de una canción de mi banda La mosca travesti mientras estábamos de gira en Valdivia. Se llamó “Ducha fría” y la pueden encontrar en el álbum El vuelo oculto. Claro que eso me reducía solo a algunas decenas de palabras, y lo que realmente quería era escribir un libro. Hasta que Tomito nació y vivió para luego dejarnos. Y hasta que me echaron de la casa. Entonces, solo frente a la vida y sumido en una profunda depresión, comencé a escribir bajo distintos estados alterados de conciencia. Al despertar un día y releer todo más sano me gustó, al fin me gustó algo de lo que había escrito, y dije: “esto hay que guardarlo y publicarlo”. La única advertencia que les podría hacer a los lectores es que si buscan un final feliz, en este libro no lo van a encontrar.

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