Reseña

Mariana es la prueba de que no es necesario usar calce¬tines limpios para ser una heroína: al menos así era hasta que entrado el penúltimo año de prepara¬toria, cuando ya tenía claro que su familia era disfuncional, que quería a su novio Santiago y que su pelo era indomable, su abuela Bibis la invitó a ser su compañera en un viaje a Italia. Jamás se imaginó que la terrible y elegantísima anciana ocultaba oscuras intenciones, y que le había llegado el momento de emprender sus propios viajes rumbo a la libertad, la indepen¬dencia y las uñas de ensueño. Bibis no decía nada. Sólo tomaba su té y nos veía como cocodrilo a turista incauto. Después de varios tragos, dejó el té sobre la mesita y se recargó con cara de satisfacción. —Ahora sí —dijo—, ¿en qué estábamos? Lorena contestó, bajito para que sólo yo la oyera, “en que a Mariana le gustan los pordioseros”. —En que me vas a llevar a Italia —dije yo, fuerte y claro. —Ah, sí —dijo Bibis—, Italia.

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