Reseña
El señor González, o cualquier señor de clase media, casado y con hijos, trabajador, no entiende los mensajes de texto sintetizados y añora los tiempos de cuando el tomate tenía gusto a tomate. Tiene un nieto que vive en España y se dedica a participar de manifestaciones; y un hijo de treinta y pico que se niega a abandonar el nido. Detesta que haya tan pocos días de clases y que corten las calles. Su nieto juega a la Wii pero no le gustan los deportes. Se vuelve loco cuando tiene que llamar a un call center y lo atiende un chico desde Manila. Y se enfurece cuando un mozo lo tutea. Lo violenta la cultura cool. Se aguanta las ganas de golpear a las personas que usan comillas gestuales o que dicen "estamos refundando la pareja" cuando él o ella luego de una infidelidad acuerdan empezar de nuevo con los mismos vicios y virtudes. El señor González lee el diario los domingos e intenta comprarse un plasma en promoción. También puso primera y aceleró a fondo cuando un adolescente se le paró frente a su auto, apuntándole con un arma y pidiéndole "dame el celular y toda la plata". En la Argentina de hoy, el señor González o cualquier otro señor que se le parezca es un facho, un troglodita que odia el progreso. Los relatos de El señor González y otros fachos hacen reír hasta las lágrimas. Este libro tiene lo mejor del humor y la inteligencia de Rolando Hanglin.
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