Reseña

El mundo que creímos conocer ya no existe. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial todo fue sencillo, imperfecto y peligroso: fue una gran mentira. Nadie supo ver a tiempo que la mano de obra barata y los precios sin competencia de China producirían el mayor cambio en la estructura económica desde la invención de la máquina de vapor. Tras la revolución industrial, las economías orientales nos han conducido irremediablemente a la revolución del consumo. Dejamos de producir para sólo consumir. Nacimos en un mundo en el que pese a la derecha y la izquierda, el bien y el mal, la seguridad y la inseguridad, era posible tener un criterio. Hoy vivimos en uno en el que todo parece confuso y en el que hay que empezar a partir de nuevas bases. El 11 de septiembre de 2001 provocó un replanteamiento de la hegemonía occidental durante ocho siglos. Habían triunfado el dólar, Hollywood, la Coca-Cola y Microsoft. Pero Estados Unidos perdió y, con la caída de las Torres Gemelas, conoció la mortalidad. El protagonismo de China o la India, la guerra religiosa o la ausencia de seguridad son señas de identidad del peligroso tiempo en que vivimos. Tras la crisis económica mundial, Europa se reconfigura tratando de hallar un modelo posible mientras los países que ayer la lideraban, como España, hoy encabezan el fracaso de las medidas de contención del déficit público y de las tasas de desempleo. Paren el mundo que me quiero enterar es un valioso instrumento para entender el contexto actual. Antonio Navalón, como «curioso impertinente», repasa con una nueva mirada la historia del siglo xx y la relaciona con nuestras preocupaciones del siglo xxi en un libro en el que todo está relacionado con todo y en el que hechos que hasta ahora el lector ha considerado aislados cobran un sentido nuevo.

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