Reseña

¿Dónde está la poesía? ¿En qué órbita giran sus destellos inexplicables? Una palabra responde estas preguntas: misterio. También se la reconoce por otro factor común: es una literatura volátil de fondo, que opera siempre en las profundidades de las personas. Hasta allí son capaces de llegar sus rayos y multiplicarse en ecos de mil tonos, vibraciones inesperadas y actos concretos de revelación. ¿Y el poeta dónde está? Está de espaldas a la vida civil y contra la calamidad de hacer o ser un producto; está en la noche, en las horas de insomnio, en la barra de los bares, en el nomadismo o en la soledad. Es un pescador de frecuencias antiguas y recientes que casi nadie sintoniza. Como de una guerra sin ganadores donde no hay nada que perder (lo que está en juego son las ilusiones del amor), Manuel Moretti viene de esos lugares en los que parece haber nacido. Es un Rimbaud de las pampas que entregó su poética personal, social, naturalista y metafísica a la música, vía regia de acceso a los corazones. Demasiadas pocas cosas es el testimonio de un mundo que ilumina las canciones de Estelares pero viene de un momento previo, aquel en el que por primera vez Moretti sintió la poesía como un llamado de verdad íntima y soberanía formal. Era imposible que de las fricciones de ese encuentro de dos mundos no brotara, como el agua, un carácter exquisito y manierista. Ese es su sello y su enigma. Letras inolvidables, poemas perdidos y encontrados, relatos, pensamientos en voz baja, confesiones y –hundiendo sus raíces blancas en la tierra negra– una percepción ideológica del universo donde caben, hermanados en la misma voz, el nihilismo y la dicha. Jinete de la melancolía, a la que se presta a domar como a una bestia mitológica, Moretti nos da un tesoro en que el encierro y los grandes paisajes, las noches largas y las mañanas de los pájaros cantores son partes de la fiesta intermitente en la que estamos todos. 
Juan José Becerra

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