Reseña

Un niño de padres escoceses fue raptado de su hogar en el año 1852 en la zona del Tuyú, entonces la frontera sur de la provincia de Buenos Aires. Su madre, que lo buscó durante más de treinta años, se maldecía por haber seguido a su marido a estas tierras inacabables, desiertos de pasto y arena, con lagunas por todas partes. ¿Acaso se podía salir a buscar a un hijo perdido? ¿Hacia dónde había que marchar, qué norte, qué señales seguir? Basada en una historia real, El cautivo de la niebla nos presenta a Daniel Gilmour —también conocido como Nicolás González—, un personaje entrañable, con un destino errante y azaroso. Vivió entre gauchos e indios, a merced de las levas, en la Guerra del Paraguay y en lucha contra los malones de la pampa argentina. La estela de su vida inspiró a dos geniales escritores, W. H. Hudson y J. L. Borges, a narrar sendos cuentos que lo retratan muy libremente. La novela refleja con rigor los conflictos políticos y sociales que marcaron las primeras décadas de la historia argentina, tal vez las más violentas. Y retrata los valores, tradiciones y creencias de las familias gringas, en especial de la comunidad escocesa. Con una prosa cuidada, siempre fresca y espontánea, también indaga, con hondura, en el conflicto de la identidad: ¿quién era Daniel en realidad? ¿Qué buscaba? ¿Qué sentía? Desde pequeña, María E. Sherri tuvo la necesidad de ahondar en el misterio de la vida de Daniel Gilmour, antepasado suyo, hermano de su bisabuela. Los cuentos de tías y abuelas la sedujeron desde entonces, y fue su anhelo, muchas veces postergado, el de investigar a fondo para luego escribir su propia versión de la historia, El cautivo de la niebla.

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